La actividad alfarera de Faro (Asturias) se remota, al menos, a finales del siglo XI, lo que se documenta con la aparición de un horno medieval datado en esa época.
En el siglo XVIII, esta pequeña aldea reunía un total de 71 alfareros.
Tras la guerra civil, sólo sobrevivió el taller de Lito, que ha llegado hasta nuestros días de la mano de su hijo Jose Manuel Vega, Selito, que desde hace años ha ido transmitiendo su legado al arqueólogo Orlando Morán.
Ellos son los dos últimos alfareros de Faro, donde la cerámica más típica es esmaltada y decorada con colores verde, amarillo y negro de manganeso sobre cubierta blanca de estaño. Los temas utilizados son vegetales y animales, como el llamado motivo de la páxara, símbolo de fertilidad ancestral.